Recuperar la ilusión para fortalecer la organización y continuar en la lucha
Compañera, compañero:
La primera vez que entré en una sede de Izquierda Unida fue a finales de los 90. Era el tiempo en que desde el grupo PRISA se nos acusaba de “pinza”, a Julio Anguita le pintaban de Quijote en los guiñoles de Canal +, en el mundo coleteaba el colapso del bloque socialista e Izquierda Unida caía electoralmente en todo el país.
Con los años comprendí por qué el sistema político, económico y mediático había empleado tantos recursos en hacernos daño: éramos peligrosos para el bloque hegemónico que domina y dirige nuestro país. Pertenezco a esa generación de jóvenes que se acercó al entorno de IU en un momento difícil, que lo hicimos atraídos por la inmensa dignidad de esta fuerza política. Éramos una fuerza humilde, pero nos atrevíamos a decir lo que nadie se atrevía. Fuimos el tábano de Sócrates, la voz capaz de denunciar las consecuencias de nuestra absorción por Maastricht y el Euro, de anticipar las consecuencias que suponía abandonar nuestra soberanía económica y política.
20 años más tarde podemos decir que, desgraciadamente, teníamos razón. Desgraciadamente, porque si hubiéramos sido unos “locos” (como se nos consideraba), no tendríamos todas y todos nosotros tantos familiares y amigos/as en paro. Hoy contemplamos cómo el gran engaño europeo, la pérdida de moneda y banco central propios y la dependencia del Banco Central Europeo nos impiden proteger nuestra industria local. Como la ha definido Frédéric Lordon, la Unión Europea es el mayor constructo neoliberal de la historia, sometiendo todas y cada una de sus reglas de funcionamiento económico a los caprichos del gran capital, sin rubor alguno. Vivimos un segundo contractualismo: en el que la soberanía es concentrada en el gran capital.
Sólo desde este marco podemos comprender la realidad de Castilla y León. Nuestra Comunidad ha sido humillada por la multinacional Lactalis, capaz de cerrar Lauki a pesar de ser una planta con beneficios, sólo por su afán de lucro. Las comarcas mineras de León contemplan el cierre masivo de sus puestos de trabajo mientras multinacionales energéticas les siguen quemando carbón ruso, indonesio o colombiano en la cara. En Valladolid la multinacional Mondelez vende Dulciora a un fondo buitre, que cierra su planta de Valladolid. En Salamanca, una multinacional australiana pretende instalar una planta de minería de uranio a cielo abierto, destruyendo la agricultura y ganadería de la zona y llenándonos de residuos radiactivos que tendremos que guardar milenios. Burgos sigue observando la muerte lenta de su industria mientras el Gobierno lucha por prorrogar la vida de Garoña. Soria es llamada la “Laponia española” por su crisis demográfica. En zonas de Palencia hay que recorrer 100 km. para visitar a un pediatra, lo que convierte tener un hijo o una hija en esas zonas un auténtico acto de heroicidad social. En Zamora la sanidad rural se encuentra en estado crítico y los campos yermos van ganando el paisaje a la antaño poderosa remolacha, cuyo destino será sellado el año que viene con la desaparición de las cuotas por culpa de la UE. Destino que ya han sufrido las pequeñas ganaderías lácteas de Castilla y León, que tras la desaparición de la cuota láctea ven cómo tienen que cerrar por culpa de los precios que impone la gran industria y las grandes multinacionales que importan leche por debajo del coste de producción. En Segovia tenemos a un compañero amenazado y denunciado por enfrentarse a un empresario que se enriquece diseminando basura por los campos de Fuentepelayo. En Ávila hay zonas donde si la UVI móvil está ocupada, puede tardar más de dos horas en recogerte para llevarte a un hospital.
Ésta es la Castilla y León que tenemos. Sin embargo, no es la Castilla y León que nos merecemos, ni es la única que estamos obligados a vivir. Pero ¿cómo hacer para cambiar esta realidad infame? ¿con qué herramienta hacer que el cambio pase del enunciado en palabras a hechos concretos, a logros?
Nuestra tradición de lucha como Izquierda Unida es la respuesta. Durante tres décadas hemos combatido, contracorriente pero con la firmeza de quiénes creen estar en lo correcto, las causas que han dado lugar a tan desolada realidad: el capitalismo injusto, la democracia de mercado, el posmodernismo desideologizado.
Hemos abanderado, con orgullo y con grandes dosis de razón, el legado de Dolores Ibárruri, la genialidad organizadora de Marcelino Camacho, la brillantez analítica de Julio Anguita. Izquierda Unida ha sido el catalizador, durante los años de socialdemocracia migajera y de la derecha heredera del franquismo, de la propuesta de que es posible otro país, otra política. El giro a la izquierda que propusimos a mediados de los noventa no era un brindis al sol, era una apuesta valiente por colocarse al lado del pueblo, de la clase trabajadora, de las mujeres, de los jóvenes, de las personas mayores, era una apuesta, como lo sigue siendo hoy, por estar del lado de los desposeídos, de los parias, de quienes tienen como único recurso su talento y sus manos.
Un pueblo que olvida su historia, se dice, está condenado a repetirla. Una Izquierda que se desnaturaliza y se diluye, está condenada a la marginalidad y a la muerte. Todos estos años hemos acumulado una mochila de experiencia y de lucha que es hoy nuestro mejor activo: la lucha contra Maastrich, contra la OTAN, por la República, por la dignidad y el trabajo. Queremos, esta candidatura que se presenta ante vosotros, hacer valer estos contenidos innovando sin abandonar los principios, acuñando las nuevas tecnologías el nuevo lenguaje para estar con la gente, haciendo de la calle el nuevo parlamento y de la movilización un arma de cambio necesaria.
Pero esta gran tarea no podemos, ni debemos, hacerla en solitario. Son muchas las gentes y las organizaciones que debemos hacer que confluyan en un cuerpo unido. Nuestra tradición, desde el discurso de Pepe Díaz en 1935 apostando por el Frente Popular, ha sido siempre la de la unidad. Unidad es la receta para vencer y la victoria la condición sine qua non para erradicar la canalla corrupta que devora a nuestro pueblo.
Nuestra candidatura es una candidatura de hombres y mujeres de izquierda, de hombres y mujeres de Izquierda Unida. Fortalecer la organización es el único camino, vincular la organización con el pueblo al que se quiere liberar, la estrategia correcta. Sumar, lejos de ser un síntoma de debilidad, es un elemento de fortaleza y la diversidad una riqueza útil y ganadora. Pero para organizar en la diversidad hay que ser uno mismo, hay que ser Izquierda Unida reconocida y que reconoce al diferente que, desde la lucha y desde el debate, logra el espacio común en el que se construye la unidad. Ese espacio común lo marca el programa y nuestros aliados se definen definiendo al enemigo común.
Nunca antes ha habido, para la izquierda, una situación más compleja, más llena de incertidumbres y con el horizónte más abierto como lo es ésta. Son los mimbres con los que nos toca tejer el cesto, es la realidad que nos toca vivir. Seamos audaces, pero no negligentes. Apostemos por ser mayoría, porque somos pueblo, pero sin perder lo que somos, Izquierda Unida. Defendamos nuestros principios con firmeza, pero sin dogma y hagamos del debate, no una lucha cainita, sino una experiencia de crecimiento. Izquierda Unida fue, es y será, el arma para esta lucha, el instrumento con el que pelear sean cuales sean las condiciones en las que nos movamos. Este es legado que hemos recibido y es el que nos corresponde acrecentar para legarlo, a su vez, a las generaciones futuras.